2017-06-12Por el Ing. Víctor Gobitz, presidente del Instituto de Ingenieros de Minas del Perú (IIMP) (Blog Minería 2021, Diario Gestión) ¿Existe alguna relación entre las aplicaciones de servicios de taxi urbano y la industria minera? ¿Cómo estas aplicaciones propias de “millennials” pudieran estar relacionadas a una industria tradicional, extractiva, no renovable, que no se desenvuelve en espacios urbanos? Vamos a intentar encontrar dicha relación: Las famosas aplicaciones de taxi se basan en el concepto de economía colaborativa; es decir, en la posibilidad de compartir recursos o activos con alto nivel de disponibilidad, pero bajo nivel de utilización; sean estos vehículos, choferes o habitaciones. El éxito económico de marcas como UBER en taxi y AIRBNB en alojamientos se explica porque, además del trasfondo de economía colaborativa, las aplicaciones se han desarrollado en un ambiente tecnológico virtual: internet. Y porque, en última instancia, han atendido un requerimiento del mercado, otorgando un servicio de igual calidad, a menor costo. En el caso de nuestra industria minera, que produce bienes tangibles (concentrados y metales), podemos obviar el ambiente tecnológico virtual y quedarnos con el concepto de economía colaborativa: compartir recursos y/o activos; y con la búsqueda constante de producir a menores costos. Algunos, con propiedad, denominan este principio como “sinergías” o emplean términos como “joint ventures”; pero más allá de la denominación que adoptemos, permítanme dar algunos ejemplos de colaboración que generarían una mayor competitividad a nuestra industria minera; por la reducción significativa y sostenible de los costos de inversión y/o de los costos de producción. En el caso del portafolio de proyectos, una mirada conjunta a los proyectos que conforman un distrito minero, en vez de la evaluación individual de cada proyecto minero; permitiría diseñar y compartir infraestructura física, lo cual reduciría la huella ambiental, optimizaría el costo de capital, generaría mayor impacto económico local, reduciría el riesgo financiero y acortaría los plazos de implementación. Un ejemplo es el caso del proyecto NuevaUnion en Chile de las mineras Teck y Goldcorp. El proyecto de cobre, molibdeno y oro compromete dos minas: Relincho y El Morro. Se espera que éstas compartan una planta de desalinización, un sistema de agua industrial, una línea de energía eléctrica, un depósito de relaves y una sola instalación de procesos metalúrgicos; además de una faja transportadora de 30km entre las minas. Reduciendo así el costo capital de US$4.5 billones de Relincho y US$3.9 billones de El Morro, a sólo US$3.5 billones en la Fase I del desarrollo del proyecto conjunto; es decir, un ahorro tangible de US$ 4.9 billones de dólares. En el caso de operaciones en marcha también se podría compartir infraestructura física, sobretodo en aquella inversión que es recurrente, como los depósitos de relaves; el caso del depósito de relaves de la mina El Porvenir compartido con la mina Atacocha es un ejemplo de ello. Pero además se podrían compartir capacidades administrativas, como las actividades de: tesorería, registro contable, cómputo, logística y abastecimiento; creándose centros de servicios compartidos y generándose ahorros por economía de escala y/o mayor capacidad de negociación. En resumen, teniendo nuestro país, una ventaja comparativa reconocida mundialmente, por la calidad de sus yacimientos minerales; una manera de convertirla en una ventaja competitiva sería que empecemos a dar una mirada más colaborativa a nuestro portafolio de proyectos y a la optimización de nuestras operaciones – el ejemplo exitoso de las aplicaciones móviles como UBER y AIRBNB están a la vista.